martes, 24 de octubre de 2023

 

Yukio Mishima

(1925 / 1970)

Considerado uno de los más grandes escritores de Japón del siglo xx, fue reconocido como uno de los más importantes estilistas en lengua japonesa de posguerra. Sus obras se caracterizan por mezclar la estética moderna y el tradicionalismo japonés con enfoques en la sexualidad, la muerte y el cambio político. Candidato al Premio Nobel de Literatura en 1968, el galardón recayó en su mentor Yasunari Kawabata. La editorial Shinchōsha, que publicara buena parte de sus trabajos, instauró en 1988 el Premio Mishima Yukio en su honor.

Escribió cuarenta novelas, dieciocho obras de teatro, veinte libros de relatos y, al menos, veinte libros de ensayos, así como un libreto. Entre las más conocidas figuran Confesiones de una máscara (1949), El pabellón de oro (1956), El marino que perdió la gracia del mar (1963), o el ensayo autobiográfico El sol y el acero (1967). El mismo día de su muerte entregó a su editor el manuscrito de La corrupción de un ángel, último libro de la tetralogía El mar de la fertilidad, completada con las novelas Nieve de primavera, Caballos desbocados y El templo del alba.

Ideológicamente un nacionalista de derecha, Mishima se oponía a la occidentalización de Japón, cuya influencia sentía que lo estaba corrompiendo y arrebatándole su espíritu esencial (kokutai). Fundó el Tatenokai, literalmente: 'Sociedad del Escudo'), un tipo de milicia privada creada con el fin de restaurar el poder del emperador. El 25 de noviembre de 1970, Mishima y cuatro miembros de su milicia se infiltraron en una base militar en el centro de Tokio,  Tras el fracaso de su iniciativa, se suicidó mediante el seppuku o harakiri.

Mishima nació el 14 de enero de 1925 en Tokio, hijo de Shizue y Azusa Hiraoka, secretario de Pesca del Ministerio de Agricultura. Pasó los primeros años de su infancia bajo la sombra de su abuela, Natsu, quien se lo llevó y lo separó de su familia inmediata durante varios años.

Natsu provenía de una familia vinculada a los samurái de la era Tokugawa y mantuvo aspiraciones aristocráticas —el nombre de juventud de Mishima, Kimitake, significa 'príncipe guerrero'— aun después de casarse con el abuelo de Mishima, un burócrata que había hecho su fortuna en las fronteras coloniales. Tenía mal carácter y se exacerbó por su ciática.

Ella tenía tendencia a la violencia, incluso con salidas mórbidas cercanas a la locura que serán posteriormente retratadas en algunos escritos de Mishima. Asimismo, leía francés y alemán, y tenía un exquisito gusto por el kabuki

A la edad de doce años, Mishima comenzó a escribir sus primeras historias. Leyó vorazmente las obras de Wilde, Rilke y numerosos clásicos japoneses. Aunque su familia no era tan rica como las de los otros estudiantes de su colegio, Natsu insistió en que asistiera a la elitista Gakushūin, donde acudía la aristocracia japonesa y, de forma eventual, plebeyos ext

Después de seis desdichados años de colegio, continuaba siendo un adolescente frágil y pálido, si bien empezó a prosperar y se convirtió en el miembro más joven de la junta editorial en la sociedad literaria de la escuela. Fue invitado a escribir un relato para la prestigiosa revista literaria Bungei-Bunka (Cultura literaria) y presentó Hanazakari no Mori (El bosque en todo su esplendor). La historia fue publicada en forma de libro en 1944, aunque en una pequeña tirada debido a la escasez de papel en tiempo de guerra.

Mishima fue llamado a las filas de la Armada japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando pasó la revisión médica, coincidió con que estaba resfriado, con lo que el doctor de la armada dictaminó que tenía síntomas de tuberculosis y, debido a ello, fue declarado incapacitado, frustrando su sueño de ingresar como piloto kamikaze. Así, se sintió culpable por haber sobrevivido y haber perdido la oportunidad de una muerte heroica.

Aunque su padre le prohibió escribir más historias, Mishima continuó escribiendo en secreto cada noche, apoyado y protegido por su madre Shizue, quien era siempre la primera en leer cada nueva historia. Después de la escuela, su padre, simpatizante del nacionalsocialismo, no le permitió ejercer una carrera de escritor y, en lugar de ello, lo obligó a estudiar la ley alemana.

Asistiendo a clase durante el día y escribiendo durante la noche, Mishima se graduó en la elitista Universidad de Tokio en 1947 en Derecho. Obtuvo un trabajo como funcionario en el Ministerio de Finanzas japonés y se estableció para una prometedora carrera. Sin embargo, acabó tan agotado que su padre estuvo de acuerdo con la dimisión de Mishima de su cargo durante su primer año para dedicar su tiempo a la escritura.

“Mentiría si dijera que la derrota [de Japón en la Segunda Guerra Mundial] no me estremeció o que no recibí la posguerra con un sentimiento de liberación. También yo sentí en determinado momento que estaba totalmente perdido. Llegué a odiar el Romanticismo. Un odio que me acercó al clasicismo. Fue cuando escribí - El rumor del oleaje... - “

La crítica lo considera, junto con otros autores como Kōbō Abe, partícipe de la segunda generación de escritores de posguerra —una clasificación en la literatura japonesa moderna que agrupa a los escritores que aparecieron en la escena literaria entre 1948 y 1949—. En una entrevista, celebrada en febrero de 1970, definió así su estilo:

Creo que el problema de mi literatura es que la estructura es demasiado dramática. Es un impulso que me resulta incontrolable. Soy incapaz de escribir una novela como si se tratara de un río cuyas aguas van fluyendo.

Su siguiente novela fue Kamen no Kokuhaku (Confesiones de una máscara), una obra supuestamente autobiográfica sobre un joven que debe esconderse tras una máscara para encajar en la sociedad.

Con sus referencias a la homosexualidad, las falsas apariencias y la crisis de identidad nacional japonesa tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, la novela tuvo un enorme éxito y convirtió a Mishima en una celebridad a la edad de veinticuatro años.

"Lo sorprendente de esta excelente obra (Confesiones de una máscara) es que era (sic), al mismo tiempo, unas precoces memorias de un joven japonés dispuesto a transgredir las normas de la sociedad de su tiempo, pues, en ella, el relato de la infancia y juventud del autor desembocan en el descubrimiento de su homosexualidad, sin ocultar su irreprimible atracción por la belleza, la muerte y la sangre".

La positiva recepción comercial de Confesiones de una máscara le permitió a Mishima dedicarse profesionalmente a la literatura  En la década de 1950 publicó algunas de sus novelas más conocidas como Sed de amor (1950), El color prohibido (1951), El rumor del oleaje (1954) o El pabellón de oro (1956).

Fué durante los años 1960 cuando vieron la luz sus consideradas obras más importantes: El marino que perdió la gracia del mar (1963) y la te Caballos desbocados, El templo del alba y La corrupción de un ángel (editada póstumamente)—, que constituye una especie de testamento ideológico del autor, rebelado contra una sociedad que veía sumida en la decadencia espiritual y moral. Su ensayo más importante, Bunka boueiron (En defensa de la cultura), defendía la figura del emperador como la mayor señal de identidad de su pueblo.

En dicha entrevista de 1970, afirmó lo siguiente: «Los escritores que conocen la lengua japonesa han llegado a su fin [con su generación]. A partir de ahora, ya no tendremos autores que llevar a la posteridad.

En 1968 fundó la Tatenokai ('Sociedad del Escudo'), una milicia privada integrada por aproximadamente trescientos miembros reclutados principalmente a través del Ronsō Journal o 'Diario Polémico'), un periódico universitario con tendencias de ultraderecha, conservadoras y nacionalistas. Sus miembros portaban un fastuoso uniforme que él mismo diseñó y en el que pretendía reencarnar los valores nacionales del Japón tradicional.

Muerte ritual

Como resultado, Mishima preparó de forma meticulosa su muerte durante, al menos, cuatro años; nadie ajeno al cuidadosamente seleccionado grupo de miembros de la Tatenokai sospechaba sus planes. Mishima se aseguró de que sus asuntos estuvieran en orden e incluso tuvo la previsión de dejar dinero para la defensa en el juicio de los otros tres miembros de la Tatenokai que no murieron. Elementos tradicionales empleados en la muerte ritual, como la composición del jisei no ku —un poema escrito por fueron abordados por el escritor.

Espere y verá qué hago. A mi parecer, vivir sin hacer nada, envejecer lentamente es una agonía […] esto me ha llevado a pensar que como artista que soy debo tomar una decisión.

El 25 de noviembre de 1970, Mishima envió a su editor la última parte de El mar de la fertilidad. Después, junto con cuatro miembros de la Tatenokai, visitaron con un pretexto al comandante del campamento Ichigaya, el cuartel general en Tokio del Comando Oriental de las Fuerzas de Autodefensa.

Una vez dentro, procedieron a cercar con barricadas el despacho y ataron al comandante a su silla. Con un manifiesto preparado y pancartas que enumeraban sus peticiones, Mishima salió al balcón para dirigirse a los soldados reunidos abajo. Su discurso pretendía inspirarlos para que se alzaran, dieran un golpe de Estado y restituyeran el poder del emperador.

Como no fue capaz de hacerse oír, acabó con el discurso tras unos pocos minutos. Regresó a la oficina del comandante y llevó a cabo su seppuku. La costumbre de la decapitación al final de este ritual le fue asignada a Masakatsu Morita, miembro de la Tatenokai, pero Morita no fue capaz de realizar su tarea de forma adecuada. Después de varios intentos fallidos, le cedió a otro miembro de la Tatenokai, Hiroyasu Koga, acabar el trabajo. Entonces, Morita también llevó a cabo su seppuku y fue decapitado por Koga. 

Los japoneses siempre han sido un pueblo con una severa conciencia de la muerte bajo la superficie de sus vidas cotidianas. Mas el concepto japonés de la muerte es puro y claro, y en ese sentido es diferente de la muerte como algo repugnante y terrible tal como es percibida por los occidentales. La muerte [...] tiene el brillo infrecuente, claro y fresco del cielo azul entre las nubes.

Mishima fue un escritor disciplinado y versátil. No solo escribió novelas, novelas de series populares, relatos y ensayos literarios, también obras muy aclamadas para el teatro kabuki y versiones modernas de dramas nō tradicionales. Su escritura le hizo adquirir fama internacional y un considerable seguimiento en América y Europa, con muchas de sus obras más famosas traducidas al inglés y otras lenguas europeas.

Viajó ampliamente, fue requerido por muchas editoriales extranjeras y fue propuesto en el Premio Nobel, que nunca consiguió —presumiblemente, debido a sus actividades radicales de extrema derecha—. También se ha dicho que Mishima quiso dejar el premio a Yasunari Kawabata, de más edad, como muestra de respeto para el hombre que lo había presentado a los círculos literarios de Tokio en la década de 1940. En 1968, su mentor, Kawabata, ganó el premio y Mishima se dió cuenta de que,  las posibilidades de que fuera concedido a otro autor japonés en un futuro próximo eran escasas.

 Fuentes; Apuntes Biográficos de diversas páginas de Internet

 LIBRO ELEGIDO Y COMENTARIO 


Esta obra que puede considerarse de carácter confesional , aunque no sea del todo autobiográfica, adquiere una especial importancia por su contexto y en el tiempo en que se publica.

En Japón con una cultura muy tradicional y conservadora , en el año 1949, tan solo unos años después de la finalización de la segunda guerra mundial , Yukio Mishima, se atreve a abordar un tema "tabú", la homosexualidad.

Narrada en primera persona, nos va contando los recuerdos del protagonista, desde su niñez, hasta su madurez. Trata una y otra vez, de rebelarse contra su instinto, para afirmarse como lo que no es y nunca podrá ser.

Pretende ocultar todo a sus familiares, amigos, su entrono entero y hasta a él mismo, para conseguir una frustrante normalidad , que le impone la sociedad tradicional en la que vive.

De esta forma Yukio Mishima nos adentra en la vida de un niño, que ya desde su nacimiento es diferente.

Confesiones de una máscara , es una novela diferente, inquietante, escrita con la esquisitez de una gran escritor. Yukio Mishima  escribe con indudable maestria , una novela que , ocupa el lugar entre las mejores de la literatura japonesa.

Carmen Jiménez 

Traductor del libro:

Carlos Rubio es profesor de lengua y literatura japonesa en el CES Felipe II de la Universidad Complutense de Madrid. También impartió clases, en los años ochenta, en la Universidad de Tokio. Ha trabajado como lexicógrafo japonés-español para varias editoriales japonesas. Es traductor de obras clásicas de la literatura japonesa como "Kokinshu", "Heike monogatori", "Kojiki", "Sarashina nikki", "Soga monogatari" (con Rumi Tani) y de autores modernos como Soseki, Mishima y Kafu. Es autor del libro de referencia "Claves y textos de la literatura japonesa". En Alianza Editorial ha publicado la antología de poesía japonesa "El pájaro y la flor", además de las traducciones de las obras de Yukio Mishima "Confesiones de una máscara" (con Rumi Sato), "Los sables" (con Akiko Imoto) y "La escuela de la carne". En 2010 recibió el premio de Cultura del Gobierno de Japón.





 



 

 


domingo, 8 de octubre de 2023

 VIAJE A "EL CAIRO "

Carmen Jiménez  
 
Manuel,  fue toda su vida un enamorado de los museos , del arte  y de los viajes. 
Después de trabajar más de media vida le llegó finalmente  la jubilación y decidió que era el momento de hacer un viaje que se había planteado muchas veces y que nunca hizo.

Lo único que necesitaba era un compañero de viaje,  pero no tenía a nadie adecuado que le quisiera acompañar y entonces pensó en su amigo Curro.  Aunque Curro era un andaluz alegre y con muy buen carácter, no era precisamente el compañero de un viaje artístico ni mucho menos histórico,  pero fue el único que se prestó a acompañarle a Egipto,, después de hacerle la oferta de que le invitaba.

Lo cierto es que Curro se prestaba a todo y era buena gente,  pero también  era un desastre,  aunque siempre le ponía la mejor voluntad a las cosas, siempre se le enredaban y tenía algún problema

Manuel  llegó junto con su amigo a El Cairo y estaba embargado de una alegría tan grande que ni prestó atención a la verborrea de su amigo Curro que no había parado de hablar desde que habían salido de Madrid.

Contrató para esa misma  tarde una visita guiada al Museo. Los grupos no eran muy grandes unas 30 personas y además el guía hablaba español, eso unido al precio que le pareció más bien barato, le animó a la reserva.

Curro le decía, pero bueno mi arma  es necesario ir dentro de una hora a ese museum que dices, ¿no podemos esperar a mañana?  Tengo los pies tan doloridos que zeguro que si me quito los calcetines parecerán dos pimientos morrones.

Manuel ni lo miró, estaba tan contento, que no se enteró de lo que su amigo le decía, le metió en el ascensor y se dirigió a la habitación que les habían designado. Dejaron el equipaje, y le dijo a Curro,  apúrate, ve al baño que tenemos el tiempo justo. El guía nos recoge en el hall del hotel en un momento.

Cuando llegaron al Museo con el grupo,  se vieron envueltos en una multitud de gentes que hablaban en distintos idiomas y el guía les llevaba por entre el gentío a la entrada. Había colocado en una varita una bandera española y les daba instrucciones para que no la perdieran de vista y se adentraron en el maravilloso Museo del Cairo.

Manuel estaba encantado y se empapaba en todo lo que iban viendo, sacaba fotos y tomaba notas, pero Curro estaba muerto de sueño, de sed y de cansancio y solo le preocupaban los dichosos pimientos morrones de sus pies que cada vez le pinchaban más.  Se fue quedando rezagado del grupo casi sin darse cuenta.  Y decidió tomarse un respiro cuando llegaban a un pasillo entre las dos salas,  muy próximas a la sala de las momias.


Se apoyó en la pared y de repente la pared cedió, se abrió lo que parecía una puerta, y  se precipitó al vacío.
Prácticamente fue como si la pared se lo tragase,  pues la abertura se cerró de golpe tras de él.

“La madre que me parió”  ¿pero que ha “pazao“?  Exclamó con un susto tremendo y dando un traspiés se encontró en una especie de pasadizo mal iluminado y con olor a humedad.  Acostumbró los ojos a la penumbra y miró hacia delante.  Le pareció que el suelo descendía en rampa. Tocó por detrás la pared rugosa y empujó por todos lados a ver si se abría otra vez el hueco, pero que va,  aquello no se movió nada.
“Pero bueno,  habló consigo mismo Curro,  No entiendo que me ha “pazao” y me estoy hasta mareando, solo he puesto la mano en la pared y como que se ha hundido y ahora no zé adonde eztoy, pues el tipo de la banderita seguro que no ezta por aquí.
Mira Curro se dijo, tú no eres un cobarde ni nada que se le parezca tu eres del Sevilla y no del Betis , azi que tienes que encontrar una solución al problema.

Lo mejor ez bajar ezta cuesta y a ver a donde voy , y silbando la melodía de la muerte tenía un precio, para darse ánimos,  comenzó a bajar por el camino de tierra y piedras que tenía ante él, con un paso ligero y diciéndose vamos quillo que peor tenías los pies la Semana Santa que sacaste al Cautivo en andas, azi que dale palante que Jezuz ayudara…..

Al cabo de un rato caminando,  que le pareció a Curro una eternidad, el pasadizo desembocó en una sala grande con columnas y en la que había a un lado y a otro muchas cajas grandes de madera , clavadas y con unos carteles escritos en no se sabía que idioma. La luz tenue y blanquecina de las pocas bombillas, proyectaban sombras fantasmagóricas en las paredes y a lo lejos Curro vió unos arcos,  otras salas, y cajas y más cajas. El olor a humedad se hizo más penetrante y Curro comenzó a ponerse nervioso.

Mientras, el grupo que iba detrás de la banderita de España con Manuel a la cabeza se detuvo en medio de una de las salas de las momias y el guía comenzó a hablar de la III dinastía y Manuel entonces se dio cuenta de que Curro no estaba en el grupo.
Miró por todos lados, pero no le vió y se dispuso a informar al guia de que faltaba su amigo.  !Oiga, Oiga, que nos falta una persona del grupo le dijó nervioso.

¿Qué falta uno? ¿ Pero es que no hay forma de que la gente entienda que hay permanecer unidos?  gritó el guía furioso. Mire vamos a terminar esta sala y después veremos a donde se ha metido su amigo y siguió con sus explicaciones con cara de malas pulgas.
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Curro tenía la boca seca y empezó a notar que un sudor frío le iba embargando. Suspiró y se sentó en una de las cajas y cuando su trasero se acomodó en la caja, la tapa de la caja,  que en realidad eran dos maderas mal clavadas, cedió y Curro se cayó adentró.
AY Virgen de los siete puñales, AY gimió,  que de zeguro me he roto el brazo el codo y no se que más, que dolor , AY AY y mientras se quejaba sintió algo debajo de él que le parecieron palos envueltos o algo así. 

Curro Tiró de uno de los trapos y pensó que se podría hacer un cabestrillo, siguió tirando, pero aquel trapo parecía que no se acababa nunca. Después de mucho tirar halló un extremo deshilachado . Como pudo comenzó a vendarse el brazo, pero como el trapo era tan largo terminó casi vendándose entero. En estos menesteres estaba,  cuando oyó a varias personas hablar en un idioma  que le pareció árabe y entonces se dio cuenta de que estaban clavando las maderas en la caja,  cerrándola.

Joer!! Oigan!! que estoy aquí !!  gritó por el amor de Dios ! No de me dejen dentro. Uy Curro ya la cagaste hay que decir ALÁ.

Por ALÄ gritó, pero que va,  los del martillo ni caso. Lo peor es que se había hecho tal lío con los trapos que ya ni se podía mover y tenía un olor a podrido metido en la nariz que le estaba dando naúseas. Notó como levantaban la caja y los hombres corrían con ella. Por la Virgen de la Esperanza sacarme de aquí, gritó otra vez, Ay que me he equivocao otra vez, Por la Madre de Mahoma ayuda!!, volvió a gritar.

En la sala de las momias Manuel estaba muy preocupado por la desaparición de Curro . “Donde se habrá metido este y es que solo se me ocurre a mi traer al Curro al Museo del Cairo, es que no escarmiento, si el día que le llevé al Museo del Prado,  casi nos echan por decir a voces que era un robo que cobrasen por enseñar muñecones pintados. Ay señor que  no se  pierda.

El guía en ese momento y con gran énfasis anunció que iban a poder admirar la momia recién encontrada y antes de que fuera expuesta, del principe Sabu. La dirección del museo deseaba que un grupo viera en estado natural la misma,  según la habían traído al museo desde Luxor.

Cuatro hombres fornidos se acercaron a la sala transportando una enorme caja de madera y la depositaron en el suelo. El guía hizo un poco de historia sobre el príncipe Sabu y quitaron los clavos a la tapa de la caja. 

La gente del grupo se agolpó a mirar y las risas se hicieron cada vez más sonoras. Manuel se acercó también a mirar y se quedó de una pieza cuando vió adentro a Curro adentro vendado o mejor dicho envuelto en trapos amarillentos, malolientes, sudando y gimiendo, con una tibia y una cráneo a  su lado.

Cuando Curro vió a Manuel asomar la cara por la caja le gritó “Compadre,  ven,  acércate más, que te voy a decir cual va a zer el próximo museo al que me vas llevar.

Carmen Jiménez




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